Cuando era soltera algunas veces llevaban a mis primitos para que los cuidara mientras mi tía hacía vueltas y a mí me gustaba cuidarlos, vivíamos en una casa muy antigua que fué de mis abuelos.
Una día estaba cuidando a un primito de 4 años era el año 2009, lo recuerdo porque me gradué ese año, mi papá tenía una colección de carritos en una repisa altísima que ni yo alcanzaba y mi primito siempre pedía que los bajáramos pero, como eran de colección, no se los dábamos aparte el traía bastantes juguetes.
De un momento a otro el niño aparece jugando con los carritos, cuando le pregunté que quién le había bajado los carritos y me contestó “ella” mientras señalaba a una mesa de un rincón de la casa que estaba vacía, sólo estábamos él y yo.
Yo no sentí a nadie ni nada, de hecho, soy una persona muy incrédula, pero la verdad es que casi me da un infarto del miedo con esa experiencia y hasta el día de hoy nunca supe quién le bajó los carritos al niño para que jugara con ellos, era imposible que él se subiera a la repisa, no había por dónde subir, para subir lo que mi papá ponía ahí utilizaban una escalera. Y pues tampoco quise investigar más si sólo estábamos él y yo, así lo dejé mejor.
Segunda historia
Cuando era niña vivimos en una casa antigua, en Zacatecas, dónde yo veía que más personas vivían ahí aparte de mis papás y mi hermana.
Mi hermana y yo convivíamos con ellos sin ningún problema, platicábamos y jugábamos, pero un día uno de esos “habitantes” me dijo que me quería dar dinero para que me comprara unos dulces, yo fui con mi mamá a pedirle permiso para ir por el dinero y mi mamá tuvo que explicarme que esas personas que yo veía no estaban en el mundo de los vivos, a partir de eso me empezó a dar mucho miedo, yo tenía como 7 años cuando pasó eso y desde entonces, evitaba las habitaciones solas dónde no estuviera mi mamá.
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