Hace unos años, un grupo de amigos y yo decidimos hacer un viaje de fin de semana a Morelos desde la Ciudad de México. El día era claro cuando partimos, pero conforme avanzaba la tarde, el sol comenzó a esconderse en el horizonte y la oscuridad de la noche empezaba a envolvernos. Íbamos en un auto, con mi amigo al volante y yo en el asiento trasero.
A medida que nos acercábamos a nuestro destino, mi amigo que conducía redujo la velocidad. Curioso por saber dónde estábamos, me asomé por la ventana y entonces lo vi. Una figura oscura caminando al borde de la carretera, con un bulto enorme en la espalda. Las luces del auto deberían haber iluminado su rostro, pero solo veíamos una sombra inexplicable.
Mi curiosidad se despertó al ver esa figura en la penumbra. ¿Qué llevaba en su espalda? Sin apartar la mirada, me quedé observando por la ventana, esperando que en algún momento pasara frente a nosotros para descubrir el misterio.
Pero algo extraño sucedió. Mientras seguía mirando, el tiempo parecía detenerse. De repente, nos dimos cuenta de que habíamos llegado a nuestro destino. ¿Cómo era posible? La figura nunca había pasado junto a nosotros. Miré a mis amigos, sorprendido, y les pregunté si habían visto al hombre. Para mi desconcierto, solo recibí risas y bromas como respuesta.
Solo uno de mis amigos, el que iba de copiloto, habló en serio. “Yo también lo vi”, dijo con voz temblorosa. “Pero no sé en qué momento desapareció”. Un escalofrío recorrió mi espalda al escuchar sus palabras. ¿Cómo era posible que ninguno de nosotros hubiera visto a ese hombre caminar frente a nosotros? Y lo más inquietante, ¿dónde había ido?
Esa noche en Morelos, mientras compartíamos historias de terror alrededor de una fogata, el tema de la figura misteriosa no dejaba de rondar nuestras mentes. Alguien mencionó que esa carretera tenía fama de ser frecuentada por espíritus errantes, almas en pena que buscaban algo perdido en vida o tal vez quedaban atrapadas en un bucle eterno previo al momento de partir de este mundo.
A la mañana siguiente, decidimos investigar más a fondo. Regresamos al lugar donde vimos la silueta, pero lo que encontramos nos dejó sin aliento. Esa larga reja que bordeaba la carretera no tenía ninguna entrada, ninguna puerta por la que alguien pudiera entrar o salir. El camino estaba bloqueado por completo. Lo que sí vimos fue una cruz con el nombre de un hombre cerca de la barda, un poco más adelante de donde terminaba.
A día de hoy, ese encuentro sigue siendo un enigma para nosotros. ¿Quién era ese hombre oscuro cargando un bulto en la espalda? ¿Por qué desapareció sin dejar rastro? Las respuestas parecen estar más allá de nuestra comprensión, sumergidas en el misterio de esa noche en el camino a Morelos.
Te gustaría escuchar más historias como esta? Síguenos!